Por: Walter Widmann

La apertura comercial, por sí misma, merece todo el encomio por cuanto contribuye al crecimiento económico. Lamentablemente, muchos de los acuerdos llamados de “libre comercio”, aunque supongan alguna apertura adicional, suelen contener un conjunto de provisiones proteccionistas de corte mercantilista. Oí decir varias veces a Manuel Ayau que un Tratado de Libre Comercio que en efecto lo fuera debería caber en una sola hoja de papel. En algunos casos, como los recientes acuerdos comerciales entre la Comunidad Europea y los países de la región centroamericana, incluyen la imposición de cuestiones y modelos de contenido político, económico y social, algunos sencillamente contraproducentes, que no son más que “puro y duro” neocolonialismo.
En este caso “pinta bien” que dicha apertura parezca franca al punto de incluir la movilidad geográfica laboral. Por contra, la tradición en materia de comercio internacional de México, Colombia y Perú, así como el nuevo camino que propugna el candidato que lidera las elecciones en Chile, me sugiere inevitablemente recelar del resultado final. Ojalá me equivoque.